jueves, 30 de octubre de 2008

Descenso al infierno de Leningrado


El historiador británico Michael Jones aporta datos sobre el brutal asedio nazi - El canibalismo alcanzó entre la población cotas hasta ahora insospechadas.

Valentina Rothmann, de 12 años, descubrió horrorizada que a muchos de los cadáveres que acarreaba les habían cortado las nalgas. Eso no fue nada comparado con la experiencia de otra joven, Vera Rogova, a la que persiguió un caníbal con ojos extraviados de hambre y un hacha. María Ivanovna se sorprendió al ver que, en medio de la carestía, unos inquilinos cocinaban carne; le dijeron que era cordero pero al levantar la tapa de la olla entre el caldo asomó una mano humana.

Parecen cuentos de terror. Sin embargo, son experiencias reales vividas durante el sitio de Leningrado, conocido como el de los 900 días (en puridad 872), uno de los peores asedios que recuerda la historia y en el que el frío -hasta 40 grados bajo cero- y el hambre se sumaron a la guerra y la oscuridad para configurar un cuadro de penalidad y espanto apocalíptico. Nadie sabe cuánta gente murió. Las autoridades reconocieron más de 600.000 ciudadanos muertos, pero otras cifras superan 1.200.000. En un libro recién aparecido que constituye un verdadero descenso a los infiernos (El sitio de Leningrado, 1941-1944, Crítica), aunque también un asombroso testimonio de la capacidad de supervivencia del ser humano y un conmovedor canto a la esperanza, el historiador británico Michael Jones, de la Universidad de Bristol, revive extraordinariamente aquel asedio -en buena parte a través del relato directo de los supervivientes y sus diarios- y ofrece datos nuevos que revelan toda la crudeza de un episodio de la II Guerra Mundial que fue manipulado por la historia oficial soviética y que desde hace tiempo sufría el olvido historiográfico.

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